Cuando se trata de viajar en avión, hay vuelos… y luego está Lufthansa Primera Clase. Desde el momento en que el viajero pisa el aeropuerto internacional de Washington Dulles hasta su llegada a Frankfurt, esta experiencia transatlántica redefine el significado del lujo, la privacidad y el servicio a bordo. Es un viaje donde el tiempo parece detenerse y cada detalle ha sido concebido para satisfacer al pasajero más exigente.
Un comienzo sereno: el Lounge de Lufthansa en Dulles
La travesía comienza en tierra firme, pero ya promete altura. El acceso al exclusivo Lufthansa First Class Lounge en el Aeropuerto de Washington Dulles es una transición perfecta del mundo exterior a un area privada de comodidad y elegancia. Con una ubicación privilegiada en la Terminal B, la sala VIP ofrece un oasis silencioso y sofisticado lejos del bullicio de la terminal.
La decoración es sobria y contemporánea, con materiales nobles, iluminación tenue y amplios ventanales con vistas a la pista. El menú en el lounge anticipa lo que será una noche gastronómica en el cielo: champagne Piper-Heidsieck Cuvée Brut Champagne N.V., vinos de renombre, pequeños bocados gourmet y una selección de platos calientes preparados al momento.
Aquí, cada necesidad está cubierta: duchas privadas, áreas de descanso, Wi-Fi de alta velocidad, y un personal que ofrece un trato discreto pero absolutamente personalizado.
A bordo del icono: el Boeing 747-8 de Lufthansa
El embarque se realiza sin prisas, sin filas ni esperas. Una vez dentro del “Queen of the Skies”, como se conoce al Boeing 747-8, los pasajeros de Primera Clase son recibidos en la sección más deseada del avión: la nariz, una cabina íntima de solo ocho suites que evocan la elegancia de una era dorada de la aviación.
Los asientos son verdaderos tronos: amplios, ergonómicos, totalmente reclinables hasta convertirse en camas de más de dos metros, con colchones, sábanas y edredones de alta gama. Cada suite está equipada con una pantalla de entretenimiento de última generación, espacios de almacenamiento personal y un sistema de iluminación ambiental ajustable.
Al tomar asiento, una copa de champagne —sí, en esta oportunidad Louis Roedere Vintage — y una toallita caliente dan la bienvenida. Le sigue un amenity kit de lujo con productos de Augustinus Bader , pijama de algodón egipcio firmado por Van Laack, pantuflas y otros detalles que anticipan una travesía sin paralelo.
Gastronomía celeste: cena a 35.000 pies
El servicio gastronómico en Primera Clase de Lufthansa es digno de una estrella Michelin. La experiencia comienza con una cuidada presentación del menú y una carta de vinos diseñada por sommeliers. La cena se sirve al ritmo del pasajero: no hay horarios, solo preferencias.
La selección cambia según la temporada, por supuesto que el caviar no podía faltar, Lufthansa offers Agroittica Lombarda S.p.A. Italy and Kaluga Queen Caviar, y en su Menú regular puede incluir entradas como tartar de salmón con caviar, ensalada de langosta. Como plato fuerte, opciones como un filete de res a la Bordelaise, pato con reducción de cerezas negras o pasta trufada con crema de parmesano. Los postres no se quedan atrás: desde un cremoso mousse de chocolate belga hasta una tabla de quesos europeos cuidadosamente seleccionados.
El servicio es impecable: atento, silencioso, casi coreografiado. Los asistentes de vuelo no solo conocen el nombre de cada pasajero, sino también sus gustos.
Dormir como en casa… o mejor
Una vez transformado el asiento en cama, la cabina se convierte en un santuario de descanso. El silencio es absoluto, las luces se suavizan, y la ropa de cama rivaliza con la de los mejores hoteles boutique de Europa. La experiencia de dormir sobre el Atlántico no tiene comparación.
Desayuno y llegada a Frankfurt
Antes del aterrizaje, un desayuno completo se sirve a gusto del pasajero: zumos naturales, repostería alemana, fruta fresca, huevos preparados al momento y café espresso de calidad barista.
Entre otras amenidades WIFI es complementario para todos los pasajeros de primera clase.
